El expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, que convirtió a su país en la octava economía mundial tras siete años en el poder, ve hasta en el fútbol una forma de hacer política social. Desde Brasil, concedió a EL DEBER una entrevista exclusiva. Hoy llega a Santa Cruz y mañana participa junto al presidente Evo Morales del seminario internacional “Frente al cambio climático: economía y sociedad para Vivir Bien”, en la agenda previa a la cumbre del G-77+China.
El liderazgo de Brasil como potencia económica mundial es innegable, ¿cuál debe ser su rol en el G-77 + China?
En sus 50 años de existencia, el G-77 ha ampliado mucho su membresía. Hoy por hoy representa una coalición de 133 países, una mayoría expresiva de los miembros de las Naciones Unidas y de la población mundial. Su representatividad es un reconocimiento del valor de sus ideas y actuación, que han resistido la prueba del tiempo. El G-77 fue y continúa siendo un canal fundamental para promover la participación de los países en desarrollo en el seno del sistema multilateral, en sus dimensiones política, económica y ambiental. El grupo ha jugado, por ejemplo, un rol central en la inclusión y la defensa del desarrollo sostenible en la agenda internacional.
Estoy seguro de que para Brasil y para otros grandes países en desarrollo, como la India, China y África del Sur, el G-77 continuará representando un instrumento privilegiado de acción diplomática. Un ejemplo más cercano de ello fue la Cumbre de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, la Río+20.
Debemos mucho al G-77 por el éxito logrado al integrar plenamente en el documento final titulado “El futuro que queremos”, preocupaciones medioambientales sin olvidar nuestras necesidades de crecimiento económico y de justicia social.
En este momento, ¿cuál es el tema de mayor interés de Brasil en Bolivia?
Nuestra agenda bilateral siempre contará con un conjunto robusto de iniciativas con potencial de beneficiar a ambos países. Así es con la integración energética, la cooperación técnica y de fronteras, el combate a los ilícitos transnacionales, el corredor vial interoceánico, la ampliación de inversiones en el área de infraestructura, el intercambio comercial.
Con la decisión de Bolivia de ingresar al Mercosur como miembro pleno, que espero pueda cumplirse lo más pronto posible, se abrirán muchas otras áreas de aproximación entre nuestros países. Además de eso, Bolivia y Brasil son activos promotores de la integración regional en la Unasur y en la Celac, lo que también exige mucha coordinación de nuestros gobiernos.
En lo bilateral, quisiera mencionar un tema muy cercano a todos nosotros: el deporte como herramienta de inclusión social. El hecho de que Brasil va a ser anfitrión del próximo Mundial de Fútbol y de los Juegos Olímpicos en Río 2016, y de que Bolivia será la sede de los Juegos Sudamericanos en Cochabamba 2018, también abre una ventana para la cooperación bilateral.
Supe que la presidenta Dilma Rousseff invitó al presidente Evo Morales a la apertura del Mundial, el 12 de junio próximo en San Pablo. Como gran aficionado del fútbol y buen jugador que es, espero que mi amigo Evo pueda brindarnos su presencia.
El narcotráfico y la producción de coca excedentaria es un tema que preocupa en las relaciones bilaterales, ¿qué opina al respecto?
El hecho de que tengamos en la Unasur un Consejo Sudamericano sobre el Problema Mundial de las Drogas refleja esta preocupación y nos ha permitido tratar el tema con un enfoque más amplio y acciones volcadas a combatir la oferta y el consumo. En el caso de Bolivia y Brasil, hemos avanzado de forma significativa en la cooperación bilateral para el combate al narcotráfico y otros ilícitos transnacionales. Cada vez es más fluida la relación entre la Policía Federal de Brasil y la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico de Bolivia, y tenemos un Plan de Acción bilateral que involucra a los ministerios de Gobierno en Bolivia y al de Justicia en Brasil. Hay muchas operaciones conjuntas y el permanente intercambio de información de Inteligencia. Bolivia, Brasil y EEUU están implementando el monitoreo por satélite de cultivos excedentarios de coca, y estamos estableciendo una agenda de cooperación entre Bolivia, Brasil y Perú.
Una mirada a Brasil
La economía brasileña es una de las que más creció en los últimos años, pero ahora apenas supera el 2%. ¿Qué pasó y cómo puede llegar a un crecimiento sostenible?
La economía brasileña ha tenido un crecimiento extraordinario en la última década. Nuestro PIB pasó de 550 billones de dólares a 2,2 trillones. Y lo más importante es: crecemos distribuyendo renta y reduciendo la desigualdad. En este periodo conseguimos sacar a 36 millones de personas de la pobreza y llevar a 42 millones hacia la clase media. Por primera vez en nuestra historia, alcanzamos técnicamente el empleo pleno. Y, junto a la inclusión social, logramos una verdadera revolución educacional, desde el nivel pre-escolar hasta la posgraduación, para elevar el nivel cultural y profesional de nuestro pueblo, además de la productividad de nuestra economía.
La crisis financiera internacional, entretanto, cambió el escenario global. Europa entró en recesión, la economía de EEUU se estancó y recién empieza a recuperarse, el comercio mundial sufrió una gran recesión. Todo eso afectó, de una manera u otra, a nuestros países, especialmente en las exportaciones. El mundo está creciendo mucho menos.
Sin embargo, a pesar de esta coyuntura adversa Brasil no dejó de crecer. En 2013 crecimos 2,3%, lo que es bastante significativo. EEUU, por ejemplo, crecerá 1,9% y México solo 1,1%. En los próximos años, Brasil tiene todas las condiciones para acelerar nuevamente su crecimiento, con la expansión del mercado interno o con la propia recuperación de la economía mundial. El país está ejecutando un amplio programa de inversiones públicas y privadas en infraestructura, sin hablar de la exploración de petróleo en aguas profundas (‘Pre-Sal’) que ya comenzó a dar resultados y tendrá un crecimiento exponencial hasta 2018. Hay buenas razones para ser optimistas con la economía brasileña.
Existe descontento social al interior de su país. ¿Cómo lograr un equilibrio entre economía y demandas sociales?
Nuestro Gobierno demostró que es perfectamente posible equilibrar una economía fuerte con la atención a las demandas sociales. Antes esa lógica no existía en Brasil. Se gobernaba apenas para un tercio de la población. Lo que hicimos fue invertir esa lógica perversa, para pensar en todos, con un cariño especial por los que más necesitan.
Y conseguimos demostrar que fortalecer las clases medias más pobres de la población sirvió para mover la economía, aumentar el consumo, generar empleos y criar otra lógica para Brasil. Yo ya dije algunas veces que veo perfectamente normal que las personas se manifiesten por mejoras.
El país avanzó de modo admirable en los últimos 11 años y las manifestaciones son un retrato de que “quien tiene más, quiere más”. Servirán de alerta para no-sotros. Para que no nos acomodemos. Para incitarnos a hacer aún más. La democracia no es un pacto de silencio, es una sociedad en movimiento.
No tememos a las protestas, pero no se puede actuar con violencia, saquear el patrimonio de todos, eso no se puede. Unirse por mejores condiciones de vida es un derecho conquistado de todos y valoramos profundamente eso. Lo más importante es que la presidenta Dilma respondió rápidamente a las voces en las calles, estableció pactos para la movilización urbana, salud, educación, responsabilidad fiscal y reforma política, y fue capaz de dialogar con los sectores.
Medioambiente y alimentos
En el tema medioambiental hay obras como las represas de Santo Antonio y Jirau que son cuestionadas. ¿Cómo cree que se debe manejar el desarrollo versus el medioambiente?
El desarrollo económico y la preservación ambiental no son incompatibles. Al contrario: pueden y deben ser complementarios. Cuando fui presidente procuré poner en práctica esta idea y considero que tuvimos bastante éxito. El país alcanzó un notable crecimiento económico y grandes conquistas sociales, al mismo tiempo se consiguió, por ejemplo, reducir drásticamente la deforestación y transformar 516 millones de hectáreas en reservas forestales.
En cuanto a las plantas hidroeléctricas de Santo Antonio y Jirau, que están siendo construidas en Rondonia, ellas fueron ampliamente discutidas con la población local y con los más diversos movimientos sociales, incluso con las comunidades indígenas. Varias de sus reivindicaciones fueron atendidas por el Gobierno, lo que hizo a los proyectos mucho más sustentables, aunque eso representó costos adicionales. Los procesos participativos a veces llevan más tiempo, pero garantizar mejores resultados para la sociedad. La población de la Amazonia brasileña, que es de 20 millones de personas, la mayoría vive en ciudades, valora el medioambiente, pero no quiere vivir sin energía.
Lo que hicimos en el caso de las dos represas fue adoptar las técnicas más avanzadas de gestión y protección de los bosques, al tiempo de garantizar los derechos económicos y sociales de las personas que viven allí.
¿Latinoamérica podría convertirse en el gran granero del mundo? ¿Qué desafíos tiene que cumplir para llegar a eso?
América Latina, principalmente América del Sur, ya es uno de los grandes graneros del mundo. Si se mantiene el aumento de sus exportaciones de granos y carnes al ritmo de los últimos años, en breve asumirá el liderazgo mundial de algunos productos agrícolas más importantes. Estoy hablando no solo de la soya, también del maíz, del pollo y la carne roja. Solo en trigo y arroz nos ubicaremos en segundo lugar dado el papel destacado de EEUU y Asia en estos cultivos.
Pero hay algunos desafíos que debemos superar para lograr este liderazgo.
El más grande es el proteccionismo de los países ricos que hablan de mercados abiertos, pero no siempre practican lo que predican. Ellos crean barreras artificiales que perjudican las exportaciones de América Latina y de África. Ese es, por ejemplo, un problema que debe ser resuelto en negociaciones del Mercosur con la Unión Europea.
Otro tema fundamental es el tecnológico. Y esto dependerá mucho de la disponibilidad de nuevas tecnologías generadas en la región. Los países que han acumulado conocimientos tecnológicos, como Argentina, Uruguay y Brasil, tienen que apoyar cada vez más el esfuerzo productivo de sus vecinos. Y, naturalmente, los gobiernos populares como los nuestros nunca pueden olvidar la dimensión social de la agricultura. Además de hacerla más eficiente y competitiva, tenemos que mejorar los derechos de los trabajadores rurales y agricultores, con salarios más altos, el acceso a la atención sanitaria, la educación de calidad y mejores condiciones de vida.
Política latinoamericana
Hay quienes relacionan el neopopulismo o socialismo con la crisis que están pasando Venezuela, Argentina y otros países de esa misma línea política. ¿Por qué cree usted que esté sucediendo esto?
Cada país tiene su formación histórica y su trayectoria, que deben ser respetadas. Las etiquetas ideológicas, muchas veces con prejuicios, rara vez ayudan a entender lo que está pasando con los países. Argentina y Venezuela sufrieron mucho durante la década de 1990 con las políticas destructivas del neoliberalismo. En 2001, Argentina prácticamente quebró, con terribles consecuencias sociales. De ahí hacia acá, a pesar de todas las dificultades, el país volvió a crecer, distribuir renta y promover la inclusión social. Las tensiones políticas que existen en Argentina son normales en la vida democrática.
Venezuela, a partir de la primera elección de Hugo Chávez, también obtuvo formidables conquistas sociales, que todos admiramos, y que pueden y deben avanzar en la gestión del presidente Nicolás Maduro. El desafío actual de Venezuela parece especialmente político. Estoy convencido de que el diálogo entre el Gobierno del presidente Maduro y los sectores más representativos de la oposición ayudará a asegurar la paz en el país
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miércoles, 21 de mayo de 2014
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